domingo, 16 de octubre de 2011

Vídeo Para Comunicación I







Empiezo esta serie de comentarios que recogerá "Buscando soluciones en la psicología", recomendando un libro, que de forma amena y comprensible, trata ciertos procesos y mecanismos por los que las personas podemos llegar a convertir lo cotidiano en insoportable y lo trivial en desmesurado.
Paul Watzlawick en "El arte de amargarse la vida", a través de historietas, viñetas, cuentos, ejemplos literarios y refranes, nos ofrece la oportunidad de reconocer nuestro estilo personal frente a determinadas situaciones. Es un libro de lectura sencilla y compleja a la vez, puede ser leído como un relato de historietas o proporcionar una oportunidad espléndida para reflexionar sobre los procedimientos por los que una persona va construyéndose una vida desdichada. Su lenguaje ágil, irónico y paradójico nos provoca a veces la risa y en otras ocasiones nos confronta con los modos en que estamos contribuyendo a nuestra propia infelicidad.
Watzlawick, conocedor de la naturaleza paradójica del ser humano, renuncia a ofrecer buenos consejos para alcanzar la felicidad, procedimiento bastante usado en numerosos medios de comunicación por todo tipo de profesionales, por el contrario señala las maneras en que podríamos perseguir la vida desgraciada, quizá con la secreta complicidad de que el lector se rebelará y le desobedecerá.
A modo de invitación para que os acerquéis a la estupenda ilustración que el autor hace en el libro sobre estos temas, a continuación ofrezco algunas pinceladas sobre los modos y mandatos con los que podemos producir los momentos de insatisfacción en nuestra vida.
Convéncete de que sólo hay una opinión correcta, la tuya, y comprueba que todo el mundo va de mal en peor.
Aférrate al pasado de manera que no tengas tiempo de ocuparte del presente.
Convéncete de ser pura víctima de las circunstancias. Lo que te haya podido causar dios, el mundo, el destino, la naturaleza, los cromosomas y las hormonas, la sociedad, los padres, los parientes y sobre todo los amigos es tan grave que sólo insinuar que pudieras poner algún remedio a la situación ya sería una ofensa.
Asegúrate de que por mucho que cambien las circunstancias conviene seguir prefiriendo las soluciones que fueron suficientes y eficaces.
Rechaza o elude una situación peligrosa aunque te intenten hacer ver que el peligro ya ha desaparecido.
Haz un pronóstico o déjate profetizar un hecho que temes, considéralo después con consistencia propia e independiente de ti, así podrás llegar a donde precisamente no querías.
En las relaciones interpersonales es recomendable leer los pensamientos del otro y actuar en consecuencia. Si puedes acompáñalo con unos pocos reproches hacia el otro que tengan un gran tinte de violencia y ambigüedad. -Exige al otro que haga algo espontáneamente.
Siéntete frustrado al recibir un regalo sólo por haber expresado anteriormente el deseo de recibirlo.
En la relación con otra persona admite tan sólo la alternativa de ganar o perder para poder garantizar no sólo esa relación sino incluso otras futuras.
Me gustaría finalizar con un párrafo que Watzlawick refiere en el epílogo del libro y que refleja el mensaje de la obra:
"La regla fundamental que dice que el juego no es ningún juego, sino algo tremendamente serio, hace que la vida sea un juego sin fin que sólo la muerte acaba. La única regla que podría poner fin a este juego, no es ni siquiera una regla de este juego, tiene varios nombres y en el fondo significan lo mismo: honradez, confianza, tolerancia. Si lo creyéramos también sabríamos que no sólo somos los creadores de nuestra desdicha sino que del mismo modo podríamos crear nuestra felicidad".
Llegados a este punto quizá podamos compartir las afirmaciones que un personaje de Dostoyevski decía en "Los demonios":
"Todo es bueno, todo. El hombre es desdichado porque no sabe que sea dichoso. Sólo por eso. Esto es todo, todo. Quien lo reconozca será feliz en el acto, en el mismo instante".
Paul Watzlawick: "El arte de amargarse la vida". Barcelona, Herder, 1989.
Otra opinión.
El arte de amargarse la vida: cómo convertir lo cotidiano en insoportable. 22 febrero 2005
Acabo de leer por segunda vez un libro que me encanta y que estoy segura que leeré una tercera. Se titula «El arte de amargarse la vida», de Paul Watzlawick, psicoterapeuta miembro del equipo de Palo Alto y estudioso -entre otras cosas- de la pragmática de la comunicación humana. Vamos, uno de mis ídolos y de cuyos escritos soy fiel seguidora….
En este libro cuenta la posibilidad de tener una vida amargada siguiendo dos caminos distintos:
1. Debido a circunstancias de la vida que te arrastran hacia la decadencia (aspecto en el que no incide)
2. A través de lo que considera un arte: amargarse la vida a propósito. Te da las claves e incluso ejercicios para aprender a hacerlo.
Entre las pistas para conseguir perjudicarte plantea la posibilidad de, como solución ante un problema, intentar aplicar más cantidad de lo mismo, ya intentado sin éxito. Dos ejemplos:
•Si no entiendo lo que me estás diciendo, dime lo mismo (con las mismas palabras), pero más alto, que seguro que así lo comprendo mejor.
•Cuando por las noches programo el despertador para madrugar a la mañana siguiente, suelo dudar de si apreté o no la clavija. Como solución, lo que intento es comprobar una y otra vez que la clavija está en el «on» y no en el «off». Esta solución sólo consigue tranquilizarme durante unos segundos, porque inmediatamente vuelvo a tener la misma duda. Entonces, ¿qué hago? Precisamente eso, volver a encender la luz de la lámpara y ver si la clavija está en su sitio (Freud me llamaría neurótica, Watzlawick es bastante más benévolo).
De este modo, una siembra más cantidad de la misma solución para recoger mayor cantidad de la misma desgracia. Pues esto se puede aplicar tanto a pequeñas incomodidades del día a día como a problemas mayúsculos.
Recomiendo a todas las personas que puedan, utilizar esta guía para hacerse expertas amargadas. Así sabrán lo que están haciendo, serán responsables (conscientemente) de sus desgracias, sin echar balones fuera creyendo que su mala suerte se debe al mal de ojo que le echó la vecina o al espíritu de su difunta esposa que le sigue atormentando ahora que encontró una nueva pareja.
También hay posturas opuestas como la siguiente: http://www.papelenblanco.com/ensayo/el-arte-de-amargarse-la-vida-de-paul-watzlawik
Ensayo. ‘El arte de amargarse la vida’ de Paul Watzlawik. Sergio Parra 14 de febrero de 2010 |
Estamos ante un volumen de hechuras tan modestas que, más que un libro, se parece a un panfleto de varias páginas. Bajo el mismo prisma, las aspiraciones del autor no son demasiado elevadas: así como del gorrino en la matanza se puede aprovechar todo, en este El arte de amargarse de la vida apenas valen la pena algunos capítulos. Más aún: a veces sólo algunos párrafos.
No me gusta adoptar el tono de pitufo gruñón en versión crítico literario, pero con esta pequeña obra de Paul Watzlawik (Austria, 1921) no me queda más remedio. Tardé una hora en leerla. Sólo disfruté un 10 % de la misma. Y calculo que no tardaré más de una semana o dos en olvidarla por completo. Lamento chafar el matasuegras y la guitarra.
Digo esto último porque gran parte del propósito de la obra es divertir. O como matiza su editor, ”el nuevo libro de Paul Watzlawick se puede leer medio en broma y medio en serio. Es posible que el lector encuentre en este libro algo de sí mismo, a saber, su propio estilo de convertir lo cotidiano en insoportable y lo trivial en desmesurado”.
Y no hay mucho más. Las páginas de este librillo recogen algunas reflexiones, un puñado de citas de otros libros y de escritores consagrados, y… punto. No hay una introducción metódica, fundamental y basada en una experiencia clínica de decenas de años sobre los mecanismos más útiles y seguros de la vida amargada. Ni nada que se le parezca.
Más bien debe considerarse lo leído como una iniciación o guía que trata de mantener la tesis (por otro lado totalmente arbitraria) de que la felicidad es menos interesante que el drama, que el ser humano completo es aquél que vive en perpetua desazón y desesperanza y no el que tiene colmados todos sus deseos. En definitiva, una obra que hace apología de la infelicidad como objetivo vital.
Para ello ofrece algunos ejemplos un poco cogidos con pinzas o directamente deslavazados, como el que sigue:
La literatura universal ya debería habernos inspirado desconfianza. Desgracias, tragedias, catástrofes, crímenes, pecados, delirios, peligros, éstos son los temas de las grandes creaciones. El Infierno de Dante es incomparablemente más genial que su Paraíso; lo mismo puede decirse del Paraíso perdido de Milton, a su lado, el Paraíso reconquistado es francamente soso; la caída de Jedermann (Hofmannsthal) arrastra, en cambio, los angelitos que al fin le salvan, causan un efecto ridículo; la primera parte de Fausto conmueve hasta las lágrimas, la segunda hasta el bostezo.
En definitiva, para pasar un buen rato (corto, y sin fuegos artificiales). Editorial Herder. 144 páginas. ISBN 978-84-254-2330-7
El arte de amargarse la vida.  JORDI DEL RÍO. Día 19/09/2011 - 09.46h. 
Por casualidad este verano cayó en mis manos un librito titulado «El arte de amargarse la vida», del constructivista austriaco Paul Watzalwick, al que en Teoría de la Comunicación humana se le otorga parte de la paternidad del axioma sobre «la imposibilidad de no comunicarse». Todo comportamiento es una forma de comunicación, defendía. Sin pretensiones, el sardónico libro es divertido y se lee en poco más de dos horas. Ejercicio altamente recomendable en estos tiempos de acritud desmesurada. Tiempos en los que articulas una página en cualquier red social para pedir la dimisión del portero de tu comunidad y en pocas horas tienes apuntados a la totalidad de tus convecinos. Watzalwick nos explica en su libro, entre otras cosas, el fenómeno del «autocumplimiento de las profecías» con un divertido ejemplo que simboliza no la creación de un problema sino de cómo evitarlo a fin de que perdure. Una solterona, o solterón, vive a la orilla de un río y se queja a la policía de que unos jovenzuelos se bañan desnudos delante de su casa. Estos son llamados al orden y se trasladan río arriba donde ya no hay casas. El afectado vuelve a llamar: los jóvenes nadan todavía al alcance de la vista. De nuevo los chicos se desplazan pero el damnificado no tiene bastante: «Desde la ventana del desván todavía puedo verlos con unos prismáticos». Este divertido episodio ilustra en parte la endémica acritud de las relaciones Cataluña-España: la sistemática utilización de prismáticos. Y añado, el cansino uso de «reproches y excusas», palabras de Guardiola curiosamente silenciadas. Misma acritud, a mi entender algo exacerbada e injusta, observada en las relaciones entre ciudadanía y política. No pretendo frivolizar, no corren buenos tiempos para «defender la alegría» con credibilidad. El gran Federico Fellini solía responder a preguntas sobre la caótica situación política italiana con una interesante reflexión: «No se trata tanto de cambiar gobiernos como de cambiar nuestra relación de pasión con la vida». Es decir, qué fácil es destruir y qué difícil construir, imaginar.
 Jordi del Río es profesor de Ciencias de la Comunicación de la UAB.

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